sábado, 5 de septiembre de 2015

La añoranza de lo luminoso - Serie Breve 34



A veces, a través de los caprichosos contornos de la personalidad, se abre un claro. Al igual que durante una tormenta, inexplicablemente, penetra un rayo de luz entre las mas oscuras nubes. Entonces, el Sol convive con las tinieblas, siendo éste espectáculo de contrastes, raro y efímero. Lo mismo sucede cuando la Sabiduría, filtrándose entre las imperfecciones del ego, ilumina el microcosmos del alma caída.

Estos despertares poco frecuentes, provocan más angustias que gozos. Porque el alma, envuelta en las tinieblas, encuentra extraña una luz tan pura y tan clara. Se ve perturbada, le provoca miedo, malestar, ceguera y, a veces,  hasta ira. A pesar de estas primeras impresiones negativas, el alma y la Luz están hechas de la misma sustancia y, por ello, la primera no deja de reconocer algo familiar en ese cegador destello, y no puede evitar ser conmovida y sentirse atraída por él. Aunque mas no sea, por un momento. Cuando el suceso ya haya pasado, brotará una congoja que asfixia y entristece. Porque estando exiliada de la Verdad, cuando no hay el mínimo recuerdo de ella, el alma puede resignarse y, por ignorancia, se termina acostumbrando y hasta encuentra algún placer en esa penosa situación. Pero, cuando ha percibido algo de lo superior, por mínimo que sea, ya no encontrará consuelo bajo los nubarrones de la personalidad. Porque ha descubierto que se la ha encadenado a la materia y que la única razón por la que se contentaba con su celda, era el desconocimiento de que no pertenece a la prisión donde se la ha confinado.


Este desconsuelo, esta añoranza de lo luminoso, actúa como un verdadero veneno. Él empuja a los buscadores a adentrarse en la aventura de regresar a la morada celestial. Su fuerza directriz es capaz de transformar sonámbulos en héroes. De agitar el Deseo, de volver mansos corderos en feroces leones. Este veneno, es el vapor ancestral, el que corroe las impurezas del alma y que la anima a buscar su destino, más allá de la tenebrosa personalidad que la contiene y la opaca. Destino que le aguarda desde que el Primer Hombre recibió el Soplo Divino. El veneno no descansa hasta que el alma ha sido liberada. Una vez que ha besado los labios de su amada, no se detendrá hasta destruir todo lo falso que la rodea y la retiene. Porque prefiere la agonía del alma, a verla sometida a las vejaciones más abyectas de quienes la mantienen prisionera.

El alma, que ignora como complacer a su amado, puede volverse taciturna ante el dolor. O bien, rehuir de él, refugiándose aún más en la materia y entregándose a complacer, sin reparos, los deseos de sus carceleros. Sin embargo, hay almas que escuchan las demandas de aquél veneno y lo alientan a que actúe. Ellas son capaces de reclamar lo que han perdido. Son las que se atreven, con paciencia y tolerancia, a reconstruir a la Humanidad,  según fue concebida por un pensamiento del Dios de los Seres.


Nadeo


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