jueves, 15 de septiembre de 2016

El Martinismo una tradición literaria II – Los martinistas en la época de Saint-Martin – Serie Rosacruz VIII




Sé que para el espíritu de mucha gente, que es algunas veces el espíritu del mundo, paso por ser el autor de algunas producciones del mismo género. Sé que los que quisieron tener en buena estima a mis obras, con mucho agrado, le concedieron aquello que les faltaba. No sueño en absoluto con censurar a estos Martinistas: ¿No es el destino de los libros devenir la presa de los lectores? Pero estoy asombrado de que usted me haya considerado tan engreído y débil de mérito como para darle mi nombre a mi antigua escuela o a alguna otra. Estas organizaciones sirven algunas veces para mitigar los dolores del hombre, más a menudo para aumentarlos, y jamás para curarlos, porque las confusas bufonadas de nuestra existencia quedarán siempre demasiado lejos del ojo de la Providencia; los que enseñan allí lo hacen sólo mostrando hechos maravillosos o exigiendo la sumisión. Mi tarea fue menos espectacular, porque el silencio es, en todos los aspectos, lo que más me conviene.” 

Carta de Saint-Martin, fechada el 5 agosto de 1798 y publicada en Nouvelle Notice Historique sur le Martinésisme et le Martinisme de Franz Von Baader.


Un escritor del siglo XVIII, sintetiza en un método las enseñanzas de Jakob Boehme y de Martinez de Pasqually. Decide plasmar en su libros los misterios de esta nueva Vía, y trasmite a sus discípulos las claves para develar las operaciones ocultas en sus obras. Así comienza la historia de la vía cristiana más asombrosa de los últimos siglos.

No es una novedad aquella que Saint-Martin jamás fue martinista, y que tampoco fue el fundador del martinismo. Sin embargo, para entender a que se refieren exactamente estas afirmaciones, es necesario precisar el significado de martinista y sus diversos usos, que fueron cambiando según la época y el lugar donde se lo utilizó.


En los tiempos de Saint-Martin, ser martinista era sinónimo de integrar un círculo amplio y heterogéneo de gente que leía, estudiaba y adhería, en cierto grado, a la filosofía explicada en las obras del Filósofo Desconocido. Los martinistas de aquellos días no conformaban una organización, ni recibían iniciaciones ceremoniales. Simplemente, eran lectores activos y conmovidos por la pluma iluminada de Saint-Martin.

Dentro de este conjunto de lectores, existía una élite que estaba en frecuente contacto con el maestro, ya sea de manera presencial o en forma epistolar. Algunos de aquellos discípulos, más o menos directos,  integraron lo que se conoció como la Sociedad de los Íntimos. Ella carecía de grados, de iniciación ceremonial y de estructura ritual. La forma de trabajo se centraba en la instrucción por la lectura  y la reflexión, además de la trasmisión de ciertas claves operativas y filosóficas, que ayudaban en el proceso de la Regeneración. Sin embargo, estas llaves no permanecieron restringidas sólo al círculo íntimo, sino que se las difundió públicamente a través de la prolífica  obra del propio escritor. Por lo tanto, aquellos que se encontraban en el circulo exterior de los simples lectores, si eran capaces de decodificar correctamente los textos, también podían beneficiarse de este profundo conocimiento.

Para Saint-Martin, la Verdad era susceptible de ser revelada por medio de una obra literaria. Las ventajas de trasmitir la Verdad a través de la palabra escrita, las manifestó en una carta a Kirchberger fechada el 19 de junio de 1797, en la que afirma:

“Ningún otro misterio existe, para llegar a esta santa iniciación, que el de dirigirnos más y más a las profundidades de nuestro ser, sin renunciar hasta que hagamos brotar la raíz viva y vivificante, porque será entonces que todos los frutos que brindemos, de acuerdo a nuestra clase, serán producidos naturalmente dentro y fuera de nosotros; tal como vemos es el caso con los árboles terrestres, siendo que ellos se adhieren a sus propias raíces e incesantemente extraen su savia. Este es el idioma con el que le he hablado en todas mis cartas; y ciertamente, sea cual fuese el sitio en donde presencialmente me encuentre ante usted, jamás seré capaz de comunicarle ningún otro misterio más profundo, ni más oportunamente adecuado para promover su adelanto, que éste.
Y la ventaja de esta preciosa verdad es que podemos hacerla correr desde uno de los confines del mundo al otro causando sonoridad en cada oído, sin mencionar aquellos que al oírla son capaces de no hacer nada mejor que beneficiarse de ella, o dejarla en paz;...
... Por ello mis futuros escritos hablarán más sobre aquella iniciación central que, por medio de nuestra unión con Dios, puede enseñarnos todo lo que deberíamos saber...” (1)

Esto nos lleva a concebir la Vía Íntima como una Verdad y un método que fue plasmado en las obras de Saint-Martin, y que resulta accesible a todo aquel que sea capaz de interpretarla correctamente. Pero, paralelamente, las claves interpretativas y operativas se conservaron entre los seguidores que estaban en contacto con el Filósofo Desconocido y a quienes orientó y formó de manera personal. Vislumbramos, entonces, que se abren dos posibilidades para el buscador que desea transitar la Vía Íntima. Bien puede aventurarse en solitario, analizando la obra de Saint-Martin, o bien buscar la guía y el consejo de quienes ya conocen las claves que revelan el contenido trascendente. En el primer caso, el riesgo es que esa clave no sea descifrada jamás o, peor aún, se utilice una apócrifa. La segunda opción, posee la ventaja de acortar los tiempos de búsqueda especulativa y da certeza sobre el conocimiento de base. Por supuesto que ninguna de ellas evita el trabajo de poner en práctica el método.

Hay sobrada evidencia de esta guía que ofrecía el Filósofo Desconocido. Aquí citamos un fragmento de la carta de Kirchberger a Saint-Martin, fechada  el 23 de mayo de 1797, donde el remitente le pide auxilio al destinatario para esclarecer ciertos pasajes de una de las obras claves, La Tabla Natural.

“Una prueba en cuanto a que existen muchos pasajes en la tercera sección de la Tabla Natural que deben ser explicados para favorecerlos, es que ellos son aún oscuros para mi, a pesar de lo habituado que estoy a leer esta obra. Voy a indicárselos para que pueda usted amablemente brindarme la luz suficiente, y así obligarme a responderme a mí mismo.”(2)

Un punto sumamente interesante, es que si bien no había una ceremonia de iniciación externa y explícita, no podemos decir que el martinismo no poseyó desde siempre un carácter iniciático, puesto que según lo ha expresado Saint-Martin, él difundió una iniciación interna e íntima que procuraba la Unión entre Dios y el Hombre. Esto es la antípoda de las ceremonias virtuales, externas y pomposas, al estilo masónico. Hace ya muchas décadas que sabemos que la fantasía de un rito o de una orden creada por Saint-Martin, fue el producto del desconocimiento y de los prejuicios de algunos esoteristas de finales del siglo XIX y principios del XX. La cruda realidad, es que para trasmitir las claves interpretativas y operativas, no es necesario ninguna ceremonia, y la iniciación que procuraba el Filósofo Desconocido siempre fue íntima y real. 

El martinismo, en sus orígenes, no se constituyó jamás como una organización iniciática externa, no utilizó ceremonia de iniciación alguna y no tuvo rituales. Simplemente, se estructuró como una tradición donde sus misterios -paradójicamente- se encontraban a la vista de todos, en las obras del Filósofo Desconocido. Pero también, hay evidencia de la existencia, y de la continuidad hasta nuestro días, de un grupo que siempre estuvo en posesión de las claves operativas y cuyos trabajos se basan, invariablemente, en los libros de Saint-Martin.

El martinismo es, en su esencia, una tradición literaria de iniciación íntima, central y real. Por esta forma tan particular de conservarlo y trasmitirlo, resulta dificultoso rastrear históricamente a los denominados Servidores Desconocidos, que son los custodios de la llave que vuelve operativa las obras. En la época de Saint-Martin, no existió jamás una orden martinista. Pero se trasmitió, por otros medios, un método para alcanzar una iniciación mística real, de naturaleza íntima y cardíaca, que es capaz de unir al Hombre de Deseo con Dios.


Atanasio


(1) La Correspondance inédite de L. C. de Saint-Martin dit le Philosophe Inconnu et Kirchberger, baron de Liebistorf – Obra recopilada y publicada por  L. Schauer y Alp. Chuquet, Paris, E. Dentu, 1862, in-8°, 330 p.

(2) L. Schauer y Alp. Chuquet Op. Cit.



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3 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo. Quizás el Origen de la Obra de LCDSM hay que rastrearlo en el Hermetismo, desde donde bebió aguas a través de Pasqually o bien también JB. Es aquí donde el alma puede, por sí misma, encontrar la Luz, sin intermediarios, léase los Servidores Desconocidos (en este caso). SDS

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  2. Gracias por tu interesante comentario. Agregaría, reflexionando sobre el mismo, que el Alma en sí misma ya posee todo lo necesario para realizarse. Y, como explica el propio Filósofo Desconocido, la Verdad está todo el tiempo ante nosotros. Por lo que sería indiferente ir a Saint-Martin o a sus fuentes. Tampoco es necesario recurrir a alguna guía. Se trata de la elección de cada quien seguir o no un método. En tales circunstancias, no existe "intermediación" posible. Así lo da a entender Kirchberger cuando escribe:
    "...para que pueda usted amablemente brindarme la luz suficiente, y así obligarme a responderme a mí mismo."
    Es decir, que la respuesta está en él y no en Saint-Martin. Por lo tanto, no hay representantes, ni quienes posean el monopolio de lo Divino.

    Saludos

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  3. No veo que el artículo diga que es mejor ir a las fuentes. Lo que si me queda en claro es que Saint-Martin dejó todo por escrito para que sus lectores, con sólo leer sus obras, encuentren en ellas suficiente Luz por sí mismos. Por otro lado, es natural que quienes se dediquen a investigar algún tema, tengan la predisposición de reunirse y compartir sus progresos. Aunque esto no sea estrictamente necesario, sabemos que suele ser muy beneficioso. Coincido con que el artículo es muy bueno.

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