jueves, 16 de octubre de 2014

El Retorno a la Morada Celestial - Serie Breve 23



El martinista está en la búsqueda de una conciencia crística. Ésta experiencia, escapa de la vida ordinaria y de las nociones religiosas. ¿Quién soy? murmura el viento que empuja la nave del Ser hacia el océano cosmogónico. Para romper el límite de lo individual y sumergirse en la profundidades de la vida colectiva, es necesario conocer la verdadera naturaleza del reino de la materia. Algunas corrientes interpretan este mundo como una prisión, una trampa bien dispuesta. Lo que invita al estudiante a escapar, a buscar una salida en algún lado. En el martinismo, en cambio, prevalece la idea del exilio. Este plano, es el lugar que nos ha acogido hasta que podamos regresar a nuestra verdadera morada.

Ser exiliados, denota la necesidad de un retorno, de un camino de regreso hacia la residencia celestial de la humanidad. Tal viaje es inconcebible en éste mundo, ya que no tiene por destino un lugar geográfico, sino el Espíritu. La Gran Conciencia del Hombre Primordial ha sido exiliada al plano de las individualidades. Es a ésta operación demiúrgica, a la que se ha denominado la Caída. El comienzo de nuestro periplo es la individualidad misma,  pero con destino en lo colectivo. Debemos entender que la frontera del mundo material, es nuestra propia individualidad. Cuando logremos traspasar este límite, veremos que el plano de la materia, no es más que la fuerza de la disgregación que empuja la disolución del Ser hacia los estados inferiores.

Sin embargo, no sólo el Hombre Universal ha sido fragmentado por la caída. Las individualidades, expuestas a las luces confusas del mundo material, tienden a propagar dentro de sí una estructura caótica, a la que los alquimistas llaman materia prima o fragmento del Caos primordial. Entonces, la etapa inicial del viaje íntimo, consiste en tomar conciencia de nuestro propio Caos. Aquél que hemos heredado de la Caída. El propósito de nuestras primeras operaciones es ordenar el pequeño Caos. Dar una unidad a nuestra conciencia. Para luego, habiéndonos reunificado, poder atravesar los límites de la muerte individual hacia la vida colectiva.

Este viaje, arquetipo de todas las peregrinaciones y de todas las epopeyas heroicas, nos conduce hacia el abismo de nuestro ser interno. A medida que avanzamos en la dirección de lo universal, nuestras sensaciones se vuelven extrañas. Percibimos lo mismo, pero de una manera diferente. Comienza a vislumbrarse una conexión entre todas las cosas. La separación con lo que nos rodea se desvanece, como se esfuma un sueño al despertar. Son los primeros estados de la Conciencia de Unidad.

La capacidad de enlazar todas las criaturas de la naturaleza en una entidad única, es sólo el punto de partida. La unión no debe agotarse en la horizontalidad del plano en el que hemos sido exiliados. El martinismo, nos lleva a reunirnos con los Superior a través de la puerta íntima de nuestro Corazón. Estos estados, les son completamente ajenos a nuestra existencia particular. Cuando participamos de la vida colectiva, nos proyectamos hacia la Presencia Divina. Con el transcurso de las prácticas, mengua la distancia con el Ser Divino, hasta diluirnos en la existencia Mística. Tal misterio, nos es señalado en los ritos cuando el incienso se sublima en perfume, y sobre él se traza el símbolo ancestral del Hombre Primordial. Durante las operaciones, el ser individual se reabsorbe en la Unidad. El martinista es, vive y siente en la Conciencia Crística. En el umbral de la Regeneración, el teúrgo se transfigura en la Cosmogonía misma del Ser.



Nadeo


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