A veces asombra a algunos
buscadores el hecho que parte importante de las líneas martinistas utilicen el
recurso de la meditación como un medio de trabajo genuino. Probablemente esto
suceda por variadas razones que, tanto tienden a tipificar ideas como a
construir conceptos supuestos al respecto, y que no siempre concuerdan ni se
ajustan al destino particularmente empleado.
Por otra parte, no suele ser común el asociar la vía cristiana con la meditación, y sí en cambio con la oración, en su orientación más generalizada.
Permítasenos entonces apuntar brevemente algunas ideas básicas a este respecto, intentando brindar un primer acercamiento a esta cuestión.
Por otra parte, no suele ser común el asociar la vía cristiana con la meditación, y sí en cambio con la oración, en su orientación más generalizada.
Permítasenos entonces apuntar brevemente algunas ideas básicas a este respecto, intentando brindar un primer acercamiento a esta cuestión.
Ø Autoconocimiento: El martinismo emprende
la búsqueda de conocerse a uno mismo. En tal sentido la meditación es utilizada
para bucear hacia el centro de nuestro propio ser, tratando de llegar a
descubrir la raíz de nuestra propia naturaleza y la de todas las cosas.
Para ello partimos desde la idea
basal por la cual sostenemos que verdaderamente nos desconocemos, y que nuestra
primera misión debería ser la de comenzar a establecer los primeros vínculos
que nos ayuden a delinear aquello que somos por sobre lo que no somos. Es
decir: empezar a tomar consciencia de los primeros movimientos interiores que
pueden ayudarnos a resolver de mejor manera las incógnitas de nuestras
existencias.
Ø Contemplación: Al volcar la mirada dentro
de uno mismo, provocamos además una búsqueda hacia los verdaderos motivos por
los cuales actuamos, pensamos y reaccionamos. La reflexión sobre ello suele
conducirnos a una comprensión distinta de la que usualmente concebimos en
relación a nosotros mismos con todo lo demás.
Este mecanismo actúa como un
atanor, u horno filosófico, en donde nuestra consciencia constantemente se
disuelve y coagula de manera tal, que permite se nos quiten poco a poco las
impurezas. Destilándosenos en una personalidad más refinada, capaz de
sensibilizarnos con ideas más luminosas y con un orden superior de nuestra
propia consciencia.
Ø Introspección: La búsqueda es clara y
únicamente interna. Sin embargo, cuando el esfuerzo en nuestros trabajos logra
cruzar, dificultosamente, la primer barrera (aquella de la racionalidad), uno
se encuentra con un mundo propio colmado de imágenes, seres y cosas que, si
bien forman parte de nuestra intimidad, no son en absoluto aquel “uno mismo” al
cual deseamos llegar y conocer.
Tomar verdadera consciencia de este
mundo intermediario, que habita entre lo más externo y lo más íntimo de
nosotros, es de vital importancia. Ya que suele ser algo sumamente común el
confundir esta vida astral o psíquica con el orden espiritual que aún yace
desconocido, y al que nuestros deseos constantemente se dirigen.
De esta manera la meditación nos
ayuda a ir develando las primeras necesidades básicas que la búsqueda
espiritual requiere sean abordadas.
Conclusión
Entonces, de
acuerdo a nuestros usos y propósitos, la meditación no logra resolver la
verdadera Obra a la cual nos sentimos llamados a ser realizada -entiéndase la
Reintegración-. Pero ella transita naturalmente por senderos que nos destinan
adecuadamente hacia operaciones más elevadas, como lo es la oración, de la cual
hablaremos próximamente.
Nótese así que para nada hemos
mencionado el uso de la meditación con intenciones de autocontrol, relajación
emocional y/o física, viajes astrales, u otras tantas cosas a las que
usualmente es asociada. Esto es porque sencillamente no perseguimos tales
fines, considerándolos secundarios y prescindibles a nuestra tarea primordial.
El reconocimiento de uno mismo
resulta dificultoso ir llevándolo a cabo si, en vez de quebrar la ilusión que
el ego construye en nosotros a cada momento, nos abocamos no solo a no
penetrarlo, sino, peor aún, a alimentarlo.
Por último es preciso comentar
también que la meditación que el martinismo propone, no acaba al momento de
retirarnos de los lapsos de silencio y recogimiento al cual nos solemos entregar
habitualmente, sino que continúan a todo momento, aunque de distinto modo.
El desarrollo de la toma de
consciencia no opera intermitentemente, sino que lo hace lenta y constante
sobre aquellos que se abocan con humildad al arduo trabajo de conocerse, a
pesar que inicialmente ello no sea del todo percibido racionalmente.
Pero una vez quebrada la dura
corteza racional que nos retiene inactivos, una nueva actividad viene a nacer
en nosotros, ayudándonos a comprender de mejor manera aquella tarea a la que debemos
adherirnos si deseamos verdaderamente conocernos a nosotros mismos. Sólo así
conoceremos nuestra relación con Dios y el Universo.
Taborel
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La Meditación en el Martinismo - Serie Breve 8 por Sociedad de Estudios Martinistas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
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