Dentro de las vías en las que los hombres operan sus búsquedas espirituales, existe una amplia brecha que entiende que las operaciones externas de la teurgia pertenecen al grado más elevado en la que los mismos puedan ser instruidos.
Otros, en cambio, llamados por distintos signos, conciben por camino espiritual al contacto con lo astral y al desarrollo de sus caracteres sensibles. Allí las luces se les manifiestan rodeando completamente su ser con imágenes tan deslumbrantes y maravillosas que, llenando su atmósfera con alegrías temporales, retienen su atención lo suficiente en estos centros como para terminar por considerarse a ellos mismos abocados en la misma obra a la cual los hombres se hayan destinados a completar.
Existen también quienes por una vía más simple, y bajo recursos en extremo humildes y silenciosos, se encuentran lejanos de vincular sus búsquedas espirituales mediante mecanismos externos u operaciones parciales, haciéndolo únicamente a través de su propio ser, es decir: en su misma alma.
Louis Claude de Saint-Martin, en sus escritos, incansablemente nos previene sobre el no caer en ilusiones ni búsquedas erráticas. Porque todo ello podría llevarnos a creer que nos encontramos transitando la vía misma de la luz, y que nuestras acciones se hayan cooperando con aquellas del espíritu divino, mientras que podría sucedernos lo mismo que a aquellos que, siguiendo al Reparador, decían: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?, recibiendo como respuesta: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7, 2223)
Motivado por el conocimiento de estas circunstancias, Saint-Martin acotó una advertencia al respecto que podría servirnos tanto para reflexionar, como para alejarnos de búsquedas impropias a quienes transitamos por la vía cristiana, y que a continuación traducimos*.
“Algunos hombres, cuando oyen hablar de las obras del espíritu viviente, conciben la idea de comunicarse con espíritus, o de hablar con fantasmas tal como es dicho comúnmente.
Con quienes creen en la posibilidad de algo semejante, a menudo tal idea los excita solo hacia el temor; con quienes no están seguros de tal posibilidad, les provoca solo curiosidad; con quienes niegan o desprecian todo a este respecto, les provoca rechazo y escarnio, tanto hacia las opiniones en sí mismas como hacia quienes las sostienen.
Por tanto me siento obligado a decir, a todos ellos, que un hombre puede siempre continuar dentro de las obras vivas del espíritu, y adquirir un alto rango entre los obreros del Señor, sin ver espíritus. Debo además decirle a aquel que en la vía espiritual busca comunicarse con espíritus, a los que suponiendo acceda, que no solo no estará con ello completando el objetivo principal de su obra, sino que se encontrará distante de merecer, por ello, ser clasificado entre los obreros del Señor.
Porque si se piensa demasiado en la comunicación con los espíritus, debe suponerse la posibilidad de encontrarse tanto con buenos como con malos.
Entonces, para estar a salvo, no será suficiente la simple comunicación con los espíritus; se deberá además ser capaz de discernir de dónde provienen, con qué propósito o intensión, y si su mensaje es loable o ilegal, conveniente o perjudicial. Y suponiendo que sean de la clase más pura y perfecta, se debería, ante todo, examinar si uno mismo se encuentra en condiciones de cumplir las obras que ellos podrían darnos por emprender al servicio de nuestro Maestro.
El privilegio o satisfacción de ver espíritus, nunca puede ser más que un mero accesorio ante el verdadero y real objetivo del hombre dentro del camino de la obra viva, espiritual y divina, y su admisión entre los obreros del Señor. Y quien aspire hacia tal ministerio sublime no será digno de él si se encontrase solo atraído mediante la pueril curiosidad de conversar con espíritus; especialmente si, para obtener estas evidencias secundarias, se sirve de los auxilios inciertos de estas criaturas, bajo poderes usurpados, parciales e inclusive corruptos”
Definitivamente la preparación que cada uno realiza en sí mismo, con el profundo deseo e intensión de morar en Dios para que Dios more en nosotros, es algo de extrema importancia que a menudo se desestima. Ya que no se trata de una preparación que se produzca por la simple moral o las obras materiales, sino que necesita principalmente el volverse consciente de la voluntad del Padre en nosotros. Ante esta necesidad el Filósofo Desconocido nos exhorta:
“¡Oh Hombre!, si tu puedes ver aquí el más sublime de tus privilegios, aquel de hacer que Dios salga de Su propia contemplación, debes también tú ver bajo qué condición es ejercitado tal privilegio. Si acaso lograras despertar a este sublime Dios en ti ¿supones que sería una materia menor para vos la condición en que te encuentre?
Permite entonces a todo tu ser volverse una nueva criatura! Permite a cada una de tus facultades revivir, aún hasta sus más profundas raíces! Permite que el natural y vivo aceite sea subdividido en una infinidad de elementos purificantes, y permite que no haya nada en ti que sea estimulado y calentado por alguno de estos elementos regenerativos y siempre vivos!”
Taborel
(*) N. del E: La totalidad de las citas corresponden a nuestra propia traducción del libro "El Ministerio del Hombre-Espíritu" de Louis Claude de Saint-Martin.
*
* *
Advertencia para el buscador espiritual - Serie Breve 3 por Sociedad de Estudios Martinistas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.