“Pero vosotros sois el cuerpo
de Cristo y cada uno de vosotros uno de sus miembros.” (Cor. 12,
27)
En el esoterismo la forma humana es la
representación del miscrocosmos. El hombre primordial, creado a
imagen y semejanza, establece la relación arquetípica entre el
universo y el cuerpo humano. Son variados los sistemas de
correspondencias que derivan de esta analogía, tal como los que
establecen vinculaciones entre los órganos, los metales y las
luminarias celestes. La Tabla Esmeralda, texto de la tradición
hermética, anuncia también la afinidad entre macro y microcosmos.
El martinismo, como vía íntima, opera
microcosmicamente. Es decir, que el trabajo del martinista es
interno. Conviene entender que el cuerpo físico no es el microcosmos
en sí mismo, sino su signo sensible. La misma idea de cuerpo, que
proviene del latín corpus,
pone en evidencia algunos aspectos que los esoteristas han pretendido
señalar por este símbolo. El cuerpo es, ante todo, una unidad
conformada por un conjunto de cosas. Puede ser, tanto una serie de órganos, de
células, como un colectivo constituido por un grupo de personas. Un cuerpo, además, posee límites que lo
diferencia como una unidad en sí mismo. La naturaleza colectiva del
cuerpo y el establecimiento de sus límites son características
vinculadas a la realización esotérica.
El teurgismo se ocupa de las relaciones entre lo individual y lo colectivo
en el proceso cosmogónico. Lo que está estrechamente vinculado a la
noción del microcosmos figurado como un corpus.
Porque nos conduce a explorar los límites entre lo interno y lo
externo. Los cuerpos se conforman cuando las personas se agrupan.
Pero, también, se observa la misma estructura en un individuo. Que
no es mas que una unidad compuesta por individualidades interiores.
Cuestión que se señala en el martinismo mediante el simbolismo de
la máscara.
Estudiar
el límite entre lo individual y lo colectivo implica,
necesariamente, conocerse a sí mismo. El hombre primordial es visto
como un corpus, pero a
escala macrocósmica. Por lo que Reintegrarse, significa
reincorporarse a este corpus.
También se ha dicho que regenerarse es reintegrarse en sí mismo. O
sea, unificar nuestras individualidades interiores. Entonces, el
límite entre la regeneración y la reintegración, debe entenderse
como un continuo. Porque al establecer una conexión entre lo macro y
lo micro, unificamos ambos conceptos por medio de la realización
espiritual.
Desde
el punto de vista del continuo micro-macrocosmos, el hombre posee
entonces dos naturalezas. Una individual anclada en lo micro y cuya
expresión más baja es el ego. Y otra colectiva, que se funde con lo
macrocósmico, cuyo aspecto más elevado es la propia Unidad
Universal. En el hombre caído el ego se resiste a acceder a lo
colectivo. Rechaza el paso de la multiplicidad a la Unidad.
Siente terror de sumergirse en la vida del Coro de Almas. Porque lo
conduce hacia una existencia de Ser y de Conciencia en el Alma Humana
Primordial. Esta existencia colectiva, es la esencia de la
realización espiritual de todas las tradiciones. El Corpus Christi encuentra su
correspondencia en el Purusha hindú,
en el Adam-Kadmón de la cábala, o en el Antropos Celeste
que, según el sufismo, poseía la condición de ahsan
taqwim.
Frederik
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El Microcosmos - Serie Simbólica 16 por Sociedad de Estudios Martinistas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.
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