jueves, 25 de abril de 2024

La Epopeya del Cristo Interno - Serie Breve 39


(Primera Parte)

El alma del hombre es un pensamiento del Dios de los seres.
(El Hombre Nuevo, § 3)
L.C.S.M


    La epopeya del mesías microcósmico,  o el misterio de la regeneración, es una pieza clave en la mística martinista. A tal punto, que Saint-Martin le dedicó específicamente una de sus obras más conocidas: El Hombre Nuevo.

    Estas ideas constituyen una parte fundamental de la Vía Íntima. No se trata de una imitación de Cristo al estilo de Tomás de Kempis, sino de una serie de operaciones internas, descritas al detalle y acompañadas de profundas plegarias que invocan la Gracia y la Guía Divina necesarias para realizar este proceso. Saint-Martin postula que el alma del hombre es un pensamiento del Dios de los seres. En consecuencia, cuando el ser humano se regenera en su pensamiento, también lo hace en su palabra. Por eso la finalidad es regenerar la palabra del Dios de los seres, es decir el Verbo Divino, y convertirnos en esta Palabra Divina.

    “Este axioma, digo yo, encierra las verdades más esenciales, puesto que nos enseña, ante todo, que toda nuestra obra debe pasar al interior del hombre, como hogar invisible de nuestra vida divina, y, en segundo lugar, que esta obra sólo se puede realizar por la palabra de Dios o por la misma Divinidad.”(El Hombre Nuevo, §4).

    Saint-Martin establece bajo este principio el teurgismo íntimo y traduce en operaciones el arquetipo crístico, revelando el valor esotérico de los hechos más importante de la vida ejemplar del mesías relatada en los evangelios. La relevancia del Cristo interno en la vía interior es Central. Es el Reparador el agente de la obra, a quien debemos confiar la acción sacrificial, la construcción del Templo y su instalación. El Verbo es el Altar, el Sacerdote, el Sacrificador y el propio Sacrificio. La obra es íntima y cardíaca.

    El Hombre es el microcosmos en donde se ofrece el sacrificio. El hombre siendo una miniatura de los mundos físico y divino, es cierto que su cuerpo contiene las esencias de todo que hay en la Naturaleza, así como su alma contiene las esencias de todo que hay en la Divinidad. También, debe tener en este cuerpo, una correspondencia con cada sustancia del universo, y consecuentemente tanto con animales puros como impuros y con todo lo comprendido en los sacrificios; sin embargo, aunque no podemos discernir tales esencias en nosotros, podemos creer en sus correspondencias externas, a través de las figuras y formas perceptibles que se presentan a nuestras mentes, también a través de símbolos e imágenes que asumen los buenos y malos espíritus, diariamente y físicamente para nuestra instrucción o probación.  (El Ministerio del Hombre Espíritu, En el Hombre).



El mesías interior y la Obra de Dios




    Saint-Martin concluye que es requisito indispensable el nacimiento del Mesías íntimo, del Reparador, para llevar adelante la obra que el Dios de los Seres ha previsto para cada ser humano. Entonces, no se trata de una imitación, sino más bien de una obra interna que procura impulsar en cada ser humano un mesías íntimo que alinea el alma  con la Obra Divina. De esto se trata la Regeneración interna. Porque, según Saint-Martin, es inevitable que el dios que sufre crezca dentro nuestro para que seamos útiles a la obra del Dios de los Seres. La regeneración no es otra cosa que restablecer la palabra Divina en nosotros a través del mismo Verbo.

    Siendo la teúrgia la obra de Dios, el teurgismo íntimo es necesariamente una operación del Dios de los seres. Es el propio Creador, el único capaz de regenerar su obra, utilizando los mismos medios con los que fue creada.

Hombres que creéis que el hombre es no sólo un pensamiento, sino también una palabra del Dios de los seres, no podéis evitar creer que el hombre es igualmente una de las operaciones divinas de este ser eterno. Si no fuese así, seríais seres incompletos, no seríais la imagen perfecta de Dios, porque Dios es, al mismo tiempo, el pensamiento y la obra eternos. Por último, no podéis dudar que no debáis ser una de sus obras, porque pretendéis continuamente realizar vuestras palabras con vuestras obras, lo mismo que tratáis de realizar vuestros pensamientos con vuestras palabras. (El Hombre Nuevo, §5).

    ¿Acaso es posible la reconstrucción del Cristo Universal si no lo reconstruimos en cada alma individual? ¿No resulta necesario recapitular el nacimiento, la muerte y la resurrección del Reparador en nosotros mismos para que su obra produzca el medicamento universal que nos cura de la Caída?

La Caída Interna




    Cristo es el punto central en el drama Cosmogónico. El Verbo hecho carne es una acción reparadora de la Caída. Si la Regeneración requiere de un mesías interno, es porque previo a él, ha ocurrido una Caída interna. Por lo tanto, existe una cosmogonía microcósmica que recapitula la Creación. Aunque esta cosmogonía particular, es diferente y única, es una consecuencia de la Gran Caída Universal. Como tal, es imposible evitar repetir la caída en el ámbito particular, ya que la propia Caída macrocósmica es su principio y su impulso.

    El microcosmos es la obra frustrada del Adán Kadmón, a la que ha unido parte de su conciencia para no condenarla. Pero esta conciencia cedida por el Hombre Universal, ha sido una obra sacrificial. Él ha dividido su conciencia en la individualidades, sumergiéndose en un sopor, en un sueño que lo mantiene prisionero.  Por ésta razón, no podemos operar directamente sobre la  Caída Universal, sino através de la pequeña caída individual. Y como este mundo interior es el producto de una acción sacrificial del Hombre Universal, sólo es reversible por otro acto sacrificial. El cual, sólo lleva a cabo el Reparador.

    La pequeña Caída, es el producto del desplazamiento de nuestra consciencia de su lugar Central. Primero hacia la periferia interna y luego hacia el mundo exterior, ajeno a la naturaleza espiritual de nuestro origen. Nos dice Saint-Martin: “desgraciado aquel que no funda su edificio espiritual sobre la base sólida de su corazón en perpetua purificación e inmolación por el fuego sagrado” (Retrato, §427).

    La vía interna es un regreso al Centro de nuestro Ser que se encuentra en el Templo del  Corazón. La Caída interna es la división de nuestra conciencia en pensamientos y sentimientos que hemos emanado y alimentado de forma caótica y que permitimos que nos alejen del Centro íntimo del Corazón. Por éste proceso,nuestra voluntad se diluye en las regiones tenebrosas. Nuestra conciencia se encuentra anclada a los sentidos exteriores. Ignorante de las necesidades de nuestro mundo interno, el cual hemos abandonado al Caos y el desorden. Así, nos lamentamos de las circunstancias del mundo, en vez de hacernos cargo de nuestra responsabilidad de ordenar el microcosmos y preparar el Templo íntimo para que la Divinidad more en él. El primer paso para volver del mundo al Corazón, consiste en descubrir la conexión entre la Naturaleza y nuestro mundo interior, para poder volver la mirada de la consciencia hacia nuestro microcosmos.

    Limitémonos pues a observar que el primer trabajo que el hombre intelectual tiene que hacer, después de separar y liberar penosamente sus propias Virtudes sepultadas bajo las ruinas de su trono, es unirse con las del Ser más cercano a él o a las de la Tierra. Y lo mismo que el hombre corporal niño está obligado a sacar su sustancia de la leche de la mujer durante un tiempo, lo mismo el hombre intelectual está obligado a empezar por la Tierra, a recobrar las luces que perdió y que están subdivididas hoy para él en todas las regiones, porque la Tierra es la madre y la raíz del Universo. (La Tabla Natural, VII).

    Esta virtudes que tenemos que recuperar son las luces que hemos dejado escapar al exterior. Que hemos entregado al mundo. Debemos rescatar del mundo estos nutrientes par poder iniciar la reconstrucción del Templo interior.

¡Oh, Hombre!, detente en el medio de este abismo en que te encuentras, si es que no vas a precipitarte aún más. Tu obra era bien simple cuando saliste de las manos de tu Primer Principio; ella se convirtió en triple deuda debido a la imprudencia y las abominaciones cometidas por ti: ahora, es necesario primero regenerarte a ti mismo; después, regenerar el Universo y entonces venir a ser el administrador de las riquezas eternas y el admirador de las maravillas vivas de la Divinidad. (El Ministerio del Hombre Espíritu).

Nadeo


La Epopeya del Cristo Interno (Parte I) © 2024 by Sociedad de Estudios Martinistas is licensed under CC BY-NC-ND 4.0 




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