miércoles, 7 de mayo de 2014

Arcanos Mayores del Tarot – II. La Sacerdotisa – Serie Simbólica 8



Continuamos explorando el simbolismo de los denominados Arcanos Mayores del Tarot. En ésta ocasión, nos ocupa la segunda carta, denominada La Papesse. No hay que olvidar que éste es el primer truco del acto del Mago del Primer Arcano. Por lo tanto, debemos contemplar esta carta como la obra de éste demiurgo que actúa como causa aparente de todo lo creado.
   
La Papesse, es una sacerdotisa suprema. Ella es el reflejo pasivo de su demiurgo. Así, el Mago, es un hombre que se encuentra de pie, mientras que la carta II es representada por una mujer sentada. Nuestra papisa esta delante de dos columnas que son la alegoría del binario. Es la lucha de los opuestos complementarios. Sin embargo, el binario está cubierto por una tela, que trata de ocultar la dualidad, pero que no logra hacerlo del todo, porque se ve una de las columnas por debajo de la misma. La papisa sostiene sobre la falda un libro abierto. Él es el símbolo del conocimiento sensible, que se obtiene por la observación del mundo material. Si estuviera cerrado, nos hablaría del saber oculto. Finalmente, otro detalle importante, es que la mitra de la papisa está constituida por tres coronas, que simbolizan su poder.

Entonces, ¿Quién es nuestra suprema pontífice? Ella es la Sacerdotisa más antigua. Se trata de la Diosa Telúrica. La Madre Tierra, dadora de todos los frutos. Es la Gaia griega, la Tellus Mater romana, la Pachamama incaica. Es la Madre de todos los seres de la tierra. Su tiara de tres coronas representa los tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal. Pues, la generación comienza con los minerales que están en el suelo, o sea su cuerpo, que nutren a los vegetales. Estos, constituyen el sostén de los animales herbívoros, que se convierten en el alimento de los carnívoros. La cadena alimenticia, donde el ser más complejo devora al más simple, nos enseña que en esté mundo material, lo superior es sostenido por lo inferior. El hombre toma su sustento de los seres inferiores y la Tierra misma, se fertiliza con los cuerpos en descomposición.

En contraposición al mundo espiritual, donde lo superior alimenta y engendra a lo inferior, en la tierra tenebrosa en que hemos caído, las relaciones están invertidas. La propia fertilidad de la tierra depende de que la vuelva a nutrir éste cìrculo, en el que sus hijos se devoran unos a otros. Porque esta diosa se alimenta de la muerte y de los desperdicios de su propia progenie. Para volverse fértil, es necesario que los compuestos de los seres que ha generado regresen a sus entrañas. Es por éste motivo, que en todos los cultos a las diosas de la tierra (que buscan asegurar su fertilidad para la cosecha), se realizan sacrificios enterrando en cuevas o en pozos las propias producciones que ella ha dado. Porque la fertilidad de la tierra, es algo imperfecto y delicado. Encontramos que ella está atravesada por zonas áridas que han sido fértiles en otros tiempos. La continuidad de su poder fructificador, depende de que sus criaturas le regresen lo que tomaron de ella misma. La madre Tierra es como Cronos, que devora a sus hijos. Ella está condenada a alimentarse de sus propios despojos.

Detrás de este ciclo de muerte y generación, encontramos la lógica central del segundo Arcano: la Dualidad. Porque sin los principios opuestos que combaten entre sí, sería imposible el ecosistema. Los opuestos, manteniéndose en una guerra continua, alimentan a la madre que los han engendrado. Sin embargo, la tierra oculta éste perverso mecanismo detrás de un velo al producir todo tipo de frutos y seres. Pero, si prestamos atención, ninguna de sus múltiples especies ni formas, pueden escapar a su destino final de la multiplicación y de la muerte. Es así, que para multiplicarlos los divide en dos. Esto es evidente en la reproducción sexual. Pero, igualmente, para una célula es imposible multiplicarse sin dividir su núcleo. La multiplicación de los seres impulsa la cadena alimenticia, cuyo desperdicio final se incorpora nuevamente al suelo para recomenzar el ciclo de muerte y generación.

No debemos olvidar que la Tierra, aún con todos los elementos y riqueza que posee, no puede por ella misma generar la vida. Sino, que depende de algo exterior: el Sol. Esto nos dice que esta diosa, es en verdad el principio pasivo. Que carece de luz propia. Como tal, es la materialización de la energía astral lunar. Corresponde al auge de las antiguas civilizaciones agrarias, al matriarcado como organización social. Es decir, simboliza la Edad de Plata de la tradición occidental. 

Si comparamos los seres espirituales y los materiales, veremos que mientras La Unidad emana seres espirituales simples y completos a su imagen y semejanza, la materia es generadora de seres compuestos que llevan, en su propia creación, el germen de su destrucción. Pues, los compuestos deben separarse para regresarle a la tierra lo que ella les cedió en su comienzo. Es así, que la Naturaleza compite consigo misma, y en esta competencia no hace más que agotar la energía que el Sol le cede. Porque ella es incapaz de generar nada nuevo, pues lo que da a uno, se lo ha quitado previamente a otro. En cambio, la Unidad puede emanar infinitos seres, sin perder nada en ello, y sin necesidad de recobrar lo que ha cedido. Tal como la luz de una vela, que puede encender a otras sin el  temor de extinguirse al multiplicarse.

La corrupción de los seres materiales se origina en su propia creación. Es algo externo e involuntario a ellos. Mientras que la corrupción de los seres inmateriales sólo proviene de su interior. Porque al constituir una unidad en sí mismos, no puede afectarlos nada externo. Son los propios seres inmateriales, por su voluntad, los que deciden alejarse de la Unidad y corromperse. He aquí, que la corrupción externa e involuntaria de los seres materiales, que observamos en éste plano, debe ser para la humanidad exiliada, un recordatorio permanente de que la misma humanidad ha sido el origen de su propia corrupción y de su propia Caída al reino de la materia.

"Por fin, si queremos tomar una idea de las cosas temporales, consideremos nuestra atmósfera; ella presenta fenómenos que pueden retrotraernos al origen. A menudo, durante toda una mañana , de sombrías nieblas, donde una densa masa de vapor, se extiende por los aires, parece elevarse contra la luz del astro del día, y oponerse a su claridad; pero pronto el sol que goza de toda su fuerza, rompe esta barrera, disipa la oscuridad, y separa estos vapores en mil nubes, entre las que los más puros y los más ligeros son atraídos por el calor, mientras que los más groseros y los más malsanos se precipitan sobre la superficie de la tierra, para relacionarse con ella y mezclarse allí con diversos y confusos materiales: este cuadro físico es propicio para instruirnos."

Louis Claude de Saint Martin - Tableau naturel des rapports qui existent entre Dieu, l'Homme et l'Univers


Frederik


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