jueves, 15 de mayo de 2014

I.N.R.I. - Serie Breve 9



Intentar definir el martinismo nos lleva a considerar varios aspectos. Una manera sencilla de hacerlo es apelar a su  esencia operativa. Entonces, podemos afirmar que se trata de una disciplina, gracias a la cual, se va despertando una serie de habilidades ancestrales de la humanidad, que nos permiten viajar por el mundo espiritual. Este viaje, es siempre hacia adentro. Pero de tanto avanzar hacia las profundidades de nuestro ser, se alcanzan regiones que tienen una conexión especial. Son lugares mágicos, para ser mas exactos,  sagrados, que nos permiten ir mas allá de los limites de nuestra individualidad. Así, encontramos estas maravillosas puertas que unen el adentro y el afuera. Que son capaces de mostrarnos el infinito desde nuestra pequeña e ínfima posición en el universo. El martinismo es un permanente descubrimiento del Universo y de Dios a través del Sí mismo. Cuando parece que se alcanza un limite para la experiencia, entonces nos surge un movimiento inesperado e inexplicable, que nos trae a la conciencia la búsqueda de una nueva frontera, porque acabamos de franquear, casi sin advertirlo, el limite que habíamos encontrado. Marchamos por el camino espiritual de la mano de la meditación y de la oración. La primera contemplativa y gnostica; la segunda regeneradora y teúrgica.

Nacer hacia el camino interior, implica primero posar la mirada sobre los mecanismos que generan nuestra conducta. Nos preguntamos ¿Porque he hecho esto? ¿Que motivo me llevo a reaccionar de esa manera? Así, podemos desarticular las reacciones automáticas, interrumpir el impulso animal, y anteponer la reflexión al acto. Determinar el origen de nuestras conductas es necesario para poder identificar las cosas que son ajenas a nuestra realidad espiritual. Aquellas que son extrañas a nuestro verdadero Ser. Pero en vez de negarlas o descartarlas, deben ser Reintegradas a nuestro espíritu. Porque aunque obscuras y densas, nosotros fuimos quienes las creamos, y por lo tanto, debemos devolverlas a su origen. Así, deben ser transformadas y puestas al servicio de la vía. Éste es el proceso de purificación.

Regenerarse quiere decir Reintegrarse en sí mismo. Está es la búsqueda primera del iniciado en la vía cardíaca. Un martinista viaja hacia el imperio de sí mismo. Hacia la restauración del Reino del Hombre en su propio microcosmos. La espesura de las sombras psíquicas que adormecen nuestro pensamiento individual, deben ser apartadas de las tierras sagradas de nuestro corazón. Pero, el martinismo no sólo es un cristianismo interno, sino que busca, a través de ordenar el microcosmos, conectarse con lo macrocósmico. La Regeneración Individual es un proceso que forma un continuo con la Reintegración Universal. Porque, a través de la puerta Superior que hay en el Corazón del hombre, se puede acceder a la Humanidad Restaurada.

Inmutable y Eterna, la Unidad lo abarca todo, y nada queda afuera. Así, la humanidad caída esta todavía en una unidad, aunque ésta no sea la Unidad verdadera. Sino, sólo una simple sustitución inferior que nos trae un vago recuerdo de aquella Unidad viva y espiritual, a la cuál ya no podemos acceder. El martinista busca la forma de escapar de ésta trampa. Como Dante, que en la Divina Comedia sale del infierno cuando se encuentra en su círculo mas bajo, al hallar por detrás de Lucifer un inesperado pasaje que lo conduce hacia el Limbo. El martinista, por medio de la teúrgia íntima, encuentra la esquiva puerta que lo rescata de la muerte de la materia. Por el teurgismo se entrega a restablecer el Cristo Interno como el Soberano de su Corazón. A esté Cristo, Saint Martin lo llama el hombre nuevo. Es necesario que el Dios que sufre pase por completo por el corazón del hombre caído, a fin de que pueda regenerarlo. Este Dios que sufre es el principio purificador, el agente supremo de la Obra. El fuego que consume todas la impurezas. Igne Natura Renovatur Integram.



Nadeo


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